Actitud cosmo

La ciudad suele estar repleta de depredadores. Y dentro de la ciudad, las discotecas parecen ser concentraciones en las que la palabra "repleta" se queda bastante corta para describir la población de este tipo de criaturas. Tuve el infortunio (bueno, al principio fue un infortunio) de cruzarme una vez con un ex en una de estas discotecas de moda (me reservo el nombre por razones comerciales, jeje). El hecho es de que, a pesar de haberme alistado mucho para salir, pues hacía tiempo que no lo hacía, mi humor no era el mejor, pues acababa de salir de otro intento de relación fallida. Y el verlo acarameladazo con otro pues... siempre choca en el orgullo.

Entonces, por alguna razón, que supongo fue el oirla en el fondo musical, se me vino a la cabeza lo que poco tiempo atrás había escuchado decir a Madonna durante la presentación de su último album en una discoteca londinense. Presten atención:

"Todo es acerca de sobrevivencia, ¿no? Para mí, Nueva York es más una actitud que un lugar. ¿Y de qué trata esta actitud? Es tener algo que decir. Es no tomar un no por respuesta. Y ahora voy a compartir mi actitud Nueva York con ustedes."

Actitud Nueva York. Me gusta. Voy a la barra, me pido un cosmopolitan (me encanta cómo brillan ante la luz ultra-violeta) y me pavoneo por el local con actitud Nueva York. No me resulta difícil hallar a un ejemplar digno de atención solo en la barra. Nótese que tomar solo en la barra en esa discoteca es más significativo que ponerse un letrero que diga "Estoy disponible". Así que me acerco, y al mejor estilo de mi diva favorita, "tengo algo que decir" y "no tomo un no por respuesta".

Por supuesto, el gran éxito de la noche fue ver la cara del ex al verme con la presa cazada, un verdadero detonante cuando estaba agarrando con el new one. Tanto que me animé a salir de la discoteca para "conversar en un lugar más privado". No tengo que decir lo que significa "conversar" cuando a uno se lo proponen así, ¿no? Sólo acepté para darme el lujo de salir acompañado sintiendo cómo un par de ojos (que ahora ya no extraño en lo absoluto) se clavaban en mi espalda con una nota de envidia mientras mi autoestima alcanzaba un pico que me era totalmente desconocido. ¿Había tenido suerte? No... había tenido actitud cosmo.

Hola, soy Stanford, y como "las 4 Fantásticas" que escriben esta columna, mi vida no ha sido un cuento de los hermanos Grimm... mucho menos una novela de Jane Austen.